Duele vivir contigo sin verte 



Recuerdo tu voz, tu cuerpo, tus manos recorriendo el mío, aún siento tu aliento e imagino ese beso lento, suave que nos llevaba cada vez mas lejos.

Escucho nuestra canción y me imagino bailando contigo pegados a obscuras en tu salón mientras imaginábamos lo que vendría después de ese baile…

Un colacao quizás, un té, una manta, miradas, el deseo que ya no cabe en el salón y necesita salir corriendo a tu cuarto donde dejábamos salir los demonios que teníamos dentro, esa cama testigo de tantos momentos felices.

Sé que dejabas la ventana entreabierta para que entrara algo de luz y así poder mirarme mientras dormía, sé que mientras lo hacía te pasabas horas contemplándome, sé que aunque no te gusta el café, últimamente no faltaba en tu cocina y también sé que tienes miedo.

Escribiendo esto, parece que sé muchas cosas…sin embargo no sé como dejar de pensar en ti y de quererte.

“Me haces daño” y “no tengo nada mas que hablar contigo” fueron tus últimas palabras y yo no puedo hacer otra cosa que dejarte ir.

Te diré porqué.

Primero siempre te he dicho que yo estoy en tu vida solo para sumar y creo que ese “me haces daño” es una resta y segundo porque no te entiendo y creo que tu tampoco me entiendes a mi, a lo mejor es cuestión de “formas de ser”, a lo mejor tu no eres para mi ni yo para ti, a lo mejor no es el momento…a lo mejor…

Pero entre tanto sigues aquí conmigo todo el día y te voy a decir que duele no tenerte, que quiero escucharte, que me gustaría muchísimo pegarme a ti… si, como una “pegatina” y que ahora mismo solo quiero que el tiempo de dolor pase pronto.

Una vez escuché que había tres palabras imprescindibles y hoy quiero decírtelas a ti…de corazón

GRACIAS, PERDÓN Y TE QUIERO

La canción... 


Son solo pensamientos...

Comentarios

  1. Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.

    ResponderEliminar
  2. Las mariposas son hermosas, livianas, frágiles, huidizas. Cuando yacen recostadas, entre confidentes claroscuros, me gusta contemplarlas. Imagino su textura, su cálido roce, su lenta y acompasada respiración. Cuando una mariposa te mira fijamente, revolotea el caos y el devenir más acuciante se transforma en una balada,  en un canto de sirenas o en una cálida ducha de sabores e inercias compartidas. Yo quería a una mariposa. Era amarilla tostada, de azabachados ojos, fuertes y enérgicas alas, vigorosa mirada y preciosa purpurina. Pero lo mejor, sin duda, como antes he dicho, era su sonrisa. La mariposa (mi mariposa) sonreía y el mundo se frenaba. El aire cobraba vida, los abrazos se tornaban en huracanes de susurros y el sudor se resbalaba por cataratas de ilusiones. 
    Yo bailaba con la mariposa (con mi mariposa). De forma rápida y de forma lenta, en una humilde losa o en un océano de traviesas aguas. Giraba, se movía, danzaba al ritmo de sus carcajadas y al son de sus recuerdos. Un paso aquí, una ala allí y borbotones de miradas jugaban a escudriñar ambos cuerpos. 
    Cuando la mariposa (mi mariposa) se desnudaba, emergía hacia la resplandeciente oscuridad en forma de irresistible crisálida. Su cuerpo, manantial de propóleo, despedía un sutil aroma a azahar, con un ápice de canela en las comisuras de los muslos y salpicaduras de cilantro en cada rescoldo de su aliento.

    Nos amanecía (a mí y a la mariposa) (mi mariposa), entre sabrosos insomnios y eternos coloquios con Selene. Faetón nos envidiaba, celoso de nuestras sombras, mientras que Ónix nos dibujaba en un suave lienzo con pinceles de pasión, placer y trazos de caricias proyectadas.

    Echo mucho de menos a mi mariposa. Un día, transformada en desconfianza, me hirió con dañinos resortes y voló con impulsivos espirales  de angustia. Cuando le dije aquello que acrecentaba mi desánimo, mi esperado ungüento no fue sino un inicuo veneno nada inocuo : " Siento si te duele, pero es lo que pienso y estoy en mi derecho de decirlo". El estival cielo, convertido fue en cúpula de Hades, entronizando en mi corazón con despiadadas notas lapidarias. 
     La mariposa voló, abandonando sobre mí una aterida tristeza y un injusto dolor que cercenaba vorazmente mi pequeño olimpo de anhelos.
    Angerona, prudente y sabia, hizo florecer los recuerdos y la saudade, mientras yo sigo buscando en cada ventana, en cada canción,  en cada disculpa,  en cualquier inhóspito verso....aquella mariposa (mi mariposa).

    Porque la echo de menos...

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Me interesa tu opinión

Entradas populares de este blog

Escafocefalia

No debería doler