19/9/2020

 

                                     Historias de azoteas



Ella estaba cansada de estar encerrada en sí misma, encerrada en casa después de tantos días de confinamiento.

El en cambio solía salir todos los días un rato a la azotea, a hacer deporte, a escuchar música o simplemente como él decía a “respirar”

Ese día, ella salió, se puso sus cascos y se paró en una esquina de la azotea, se apoyó de espaldas en la pared y levantó la cabeza para que el sol iluminara su rostro, estaba escuchando  esa canción que tanto le gusta y  por un momento olvidó que estaba en la azotea (o no le importó) y la cantó a viva voz porque le salía del corazón.

El, estaba distraído y cuando la escuchó se acercó y se paró a su lado (con un muro de por medio) a escucharla.

Ella abrió los ojos y entonces lo vio…

-Hola

-Ella: Hola (sonrojada)

¿El canto del loco no?

Ella: sí, perdón, te habré asustado

Que va, cantas muy bien, además parece que sientes la canción como tuya ¿estás bien?

Ella: lo estoy, gracias

¿No te había visto por aquí?

Ella: no suelo venir, pero creo que lo seguiré haciendo

¿Y eso?

Ella: Me está gustando tomar el sol aquí

¿Puedo saber tu nombre?

Ella: ¿Es importante para ti saberlo?

Necesito ponerte nombre porque te voy a tener en mi pensamiento

Ella: Amelia… encantada

¿Y no quieres saber el mío?

Ella: No lo necesito, no quiero, espero no tenerte en mi pensamiento

No me digas eso, que estaré triste

Empezaron a hablar y a sentir una conexión donde no habían silencios incómodos, encontraron formas de pensar en común y estuvieron hablando horas y horas hasta que se hizo de noche y decidieron despedirse y no porque quisieran hacerlo.

Él esa noche se fue a la cama lleno de ilusión, quería mas, lo quería todo, lo tenía claro.

Es un hombre que ha sufrido mucho, solitario, estable, solo quería tener alguien para compartir pero no tenía prisa, siempre había pensado que lo sentiría y dice que esa noche pensó que era ella.

Ella, una mujer alegre con una mezcla de melancolía que se dejaba notar en su voz, estaba rota, desconfiaba del amor, aún se estaba curando y aprendiendo a quererse y a estar sola, se volvió a encerrar, sentía miedo, tanto que cuando pensaba que alguien le podía interesar… simplemente huía, se alejaba y se aleja porque lo ha pasado tan mal que no ha terminado de recoger los trocitos de su corazón desde que se lo partieron.

 El sigue subiendo a la azotea... pero ella nunca volvió.

 

…..la canción…..

Un millón de cicatrices, del canto del loco.

Estoy segura que deseaba con todas sus fuerzas sentirse como esa canción y encontrar de nuevo su corazón.

 

 


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